Escritora.
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Nevó, medité y lloré.

Llevaba ya varios años queriendo aprender a meditar. La primer persona a la cual le hice caso cuando me sugirió meditar fue a mi psiquiatra. Mi mamá siempre me dijo todas las ventajas y lo buenísimo que era. También me compré hace un par de años un libro que dice qué cosas hacer para empezarte a tomar en serio la profesión de la escritura, donde se daban ejercicios prácticos, técnicas, teoría básica de la escritura, etc. Pero el último capítulo hablaba de la meditación, lo cual me pareció hizo super random. Más y más gente a mi al rededor me decía que meditaba, y yo hasta lo agregaba a mi lista de propósitos de año nuevo como algo que en realidad quería hacer. Pero nunca lo hice. Hasta hoy.

Debido a que estamos pasando por un evento de cierta manera catastrófico - o así nos lo quieren poner -, una chava del trabajo mandó una invitación para hacer una meditación guiada con el propósito de ayudarnos a calmarnos un poco, invitación que acepté con mucho gusto, viéndola como una oportunidad. Estuve a punto de faltar a la sesión porque tenía mucho trabajo, pero la meditada me pareció más importante.

Siento que no puedo decir que fue mi primer meditación oficial, porque es algo que ya había hecho varias veces: te relajas, te dicen que te concentres en la respiración, te dicen unas cosas, regresas a tu estado normal, y listo. Hice eso en la escuela, en los encuentros, en la iglesia (eew), hasta siento que hice algo similar cuando tratamos de invocar a algún demonio en casa de una amiga de la prepa. Pero hoy fue la primera vez que lo hice completamente consciente, sin ninguna expectativa, pero comprometida con la ocasión. Sentía como algo que tenía que aprovechar.

Los pasos a seguir fueron exactamente los que esperaba, pero algo sucedió que empecé a llorar. Creo que fue cuando la chava dijo algo como ‘date cuenta de el momento que estás viviendo, y agradécete por haber hecho algo por ti’ y zaz culero, que sin darme cuenta se me empiezan a llenar mis ojos cerrados de lágrimas. Me sorprendí, primero porque yo pensé que me sentía bien (o sea, si, pandemia, muerte, devaluación, desquebrajamiento del sistema, lo que sea, pero no me sentía taaaan mal, estoy ovulando), segundo porque no permití que eso me detuviera de mi meditación que tanto me debía a mí misma. Me di cuenta de que mi llanto venía de un lugar que nunca había dejado surgir, que reprimía constantemente. Esta meditación me obligó a callar todas esas ideas que me inundan sin parar, las cuales me son tan familiares que me incomodaría si no estuvieran, y con tan sólo concentrarme en mi respiración, se callaron. Me dejaron por unos pocos momentos sola. Me encontré con el miedo que todos tenemos, y lo dejé fluir. Al mismo tiempo la chava seguía con la guía, nos pedía que nos imagináramos un cuerpo gigante de agua (yo me imaginé la playa, obvio), y que con cada inhalación y exhalación el mar se movía en nuestros pies. Yo seguía en mi trip, las lágrimas bajaban por mis mejillas, y me perdí en el momento. Seguía sorprendida con mi reacción a la meditación, no quise interrumpirme. Al terminar mis ojos seguían lagrimeando, y yo tardé un rato en volver a la normalidad. De hecho creo que todavía no regreso del todo.

Me dio mucha curiosidad saber qué chingados me había pasado, así que busqué refugio en el cúmulo de información que nos otorga la internet. Según esto, llorar es completamente normal. Puedo decir que sí se sintió normal, como algo que se suponía tenía que pasar, pero que yo no sabía que iba a pasar. ¿Deberé de meditar mañana y ver si vuelvo a llorar? ¿Será mejor que me espere un par de días, o una semana para volverlo a hacer? ¿Estará relacionado con algo en específico? Ahora sólo tengo más preguntas que trataré de contestar en los próximos días.

Ah, y nevó. En pleno 30 de marzo. Duró unos 20 minutos. Estuvo lindo, pero extraño. Espero que sea el último desplante de locura climatológica que tengamos este año. Hay tantas flores asomándose a la primavera por toda la ciudad, y una aquí encerrada. Tendré que inventarme un pretexto para salir a saludar a estos miles de brotes de colores.

Elba Quintero