Escritora.
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No podía dormir, a pesar de estar en mi cama leyendo ‘Convenience store woman’ de Sayaka Mutaka - leer normalmente me arrulla, pero no estoy ni cerca de conciliar el sueño. Así que decidí levantarme de la cama, comer un pedazo de muffin de blueberry que horneamos el martes, tomarme un gramo de paracetamol, terminarme las fresas que quedaban, y ponerme a escribir. Heme aquí.

Este miércoles pasado por la tarde fui a que me pusieran mi segunda ronda de vacunas. Esta vez tocó la del tétanos, difteria y polio en un brazo, y en el otro la del sarampión. Mis brazos me duelen desde los hombros hasta los codos, junto con mis músculos, articulaciones, cabeza y ojos. El dolor de ojos puede que sea por leer. Pero el resto definitivamente efecto secundario de las vacunas. Ya van dos rondas, sólo queda una. Tengo mi cita para principios de mayo, y creo que pediré de vacaciones el día siguiente porque hoy sí me sentí muy de la verga. Fue difícil concentrarme. Si estuviéramos en una situación normal, me habría tomado 400 de ibuprofeno, pero dicen que existe una relación entre esta medicina y el empeoramiento de síntomas por la enfermedad del coronavirus. Para qué buscamos problemas. Me conformo con mis chochos, por lo menos hasta que pase esto.

La pandemia sigue. La debilidad de mi sistema inmune me mantiene con bajas defensas para hacer frente a estos tiempos. Para futuras pandemias recomiendo pensar dos veces antes de ponerse un cuadro completo de vacunas. Se me hizo fácil. Ahora solo sigo las noticias desde un estado consciente aletargado que no puede más que descansar para recuperarse, ignorar para sobrevivir. Supongo que pronto saldrá en las noticias que se ha llegado al millón de infectados, 50 mil muertos, y un sistema económico colapsado. Hoy ni si quiera pude tomar a tiempo mis fotos de documentación del COVID-19 - proyecto fotográfico que aún no tiene nombre. Me desfasé por un par de minutos, pero espero que podamos guardar este secreto todes nosotres. Mi malestar general es mi justificación, y me vale verga si se entiende o no.

Tengo un sabor de boca muy raro. La comida me sabe diferente. Mi mamá dice que en un día todo debe de pasar, y yo siento dolor muscular por haber hecho ejercicio el martes pasado. Me confundo yo sola, y me cuesta trabajo accesar a las palabras. Pero tengo la necesidad de escribir como si de esto dependiera mi vida. Lo irónico es que de esto no depende mi vida, sino mi muerte y lo que pase después.

Intentaré dormir porque ya me puse fatídica y la verdad no tengo fuerzas para seguir con esta charada.

Elba Quintero