Pandemia
Tercer día oficial de estar en aislamiento social. Las calles de Berlín no se ven tan solas a pesar de que cerraron escuelas, bibliotecas, antros, museos, y de que cancelaron prácticamente todos los eventos que sucederían durante los próximos dos meses. De mi trabajo me mandaron a trabajar desde casa, lo cual es como un gran privilegio. Trabajar en empresas de tecnología da esta gran opción, pero mi marido no está en la misma situación. Él todavía no sabe qué va a suceder con su trabajo, donde una de las personas con las que trabaja ya está en cuarentena oficial. De cualquier manera, hemos estado en sana negación meramente para evitar una crisis de salud mental donde no sepa cómo enfrentar el desplome del sistema en el cual se sostiene mi realidad.
La cantidad de información proveniente de las noticias ha sido inconcebible. Cada diez minutos hay una noticia nueva, no sólo de Berlín, sino de todo el mundo. Los ojos están puestos en Italia y en España, lugares donde ya se anunció cuarentena oficial, donde no puedes salir a las calles a menos de que vayas a comprar comida, al médico, o al trabajo. Se cerró todo - cosa que no tarda en suceder aquí también. No sólo sigo de cerca lo que sucede en Europa, sino también en México y en Estados Unidos, donde está nuestra familia. México es un caos, donde los dirigentes tomaron decisiones estúpidas como recibir los vuelos que USA rechaza de Europa, o permitir eventos masivos con la excusa del 'posible impacto económico'. Me parece irreal que hayan decidido ignorar la situación de Asia, y ahora Europa, donde el sistema de salud colapsó, como si el sistema Mexicano de salud tuviera los recursos necesarios para enfrentarse con cualquier pandemia. Todo parece tan irreal que es difícil si quiera tener un pensamiento constructivo que ayude en todo este caos.
Lo primero que mi mente pudo conceptualizar justo al despertar la mañana de ayer fue el meme de Cardi B diciendo 'Coronavirus! Coronavirus!' como si mi propio cerebro estuviera divirtiéndose al ver mi enfrentamiento personal ante la realidad que parece tan fantástica, lanzando el primer ataque sólo por amenizar la situación y reírse un rato. Yo, y únicamente yo, soy la responsable de todo esto, pues no puedo controlar el impulso de revisar twitter, instagram, facebook, siete veces al día, esperando encontrar información nueva, como si eso me fuera a dar más calma de alguna manera. Pero nunca es así. Siempre termino con más miedo, ansiedad y desesperanza que antes. A pesar de encontrarme con unos memes fenomenales, me veo obligada a limitar el tiempo que paso en redes sociales, lo cual requiere un esfuerzo titánico de mi parte. Además, quiero hablar con mi familia todo el tiempo, saber que están bien, pero al mismo tiempo no quiero asustarlos más. Quiero ser un agente de ayuda, no de caos. Pero no puedo serlo cuando yo no estoy en las condiciones necesarias para evaluar correctamente la situación. Me trato de calmar pensando que ya vivimos algo similar con la H1N1, pero yo estaba en la misma ciudad que mi familia. Ahora estoy a diez mil kilómetros de distancia, y aún así, estamos en la misma tormenta juntos.
Cuando mi estado consciente se libera del huracán en el cual se encuentra - cosa que no pasa tan seguido como quisiera -, puedo evaluar la situación desde fuera de mi contexto actual, y tratar de hacer un sentido más global y sistemático. Me puedo dar cuenta de que me trae cierto tipo de calma el saber que no es una situación que me pasa sólo a mí, sino que es una situación que todos estamos viviendo. Y, como una serpiente que se come su cola, me doy cuenta de que esta situación global va a traer repercusiones a todos, sobre todo en la economía - que es lo único que he podido suponer en este momento, estoy segura de que habrán muchos más aspectos que no he podido, y no he querido, considerar. Así que ayer decidimos salir al Tiergarten, a caminar entre árboles, verde, pájaros, y las primeras flores que anuncian la primavera. Salir a tomar fotos, a grabar el sonido de los primeros días de pandemia, a estar con más gente, a pesar de que estamos a varios metros de distancia. Salirme de mi propia mente es tan necesario como salirme de mi propia casa. Cualquier persona que se haya tenido que enfrentar con el lado más oscuro de su estado consciente sabe perfectamente de lo que hablo.
Por lo pronto sé que no estamos en el momento más crítico. Si lo comparamos con la situación que se vivió en China, Corea, Italia y España, Alemania todavía no llega al punto más alto. Las autoridades han reaccionado bien, considero, pues supieron poner atención a los puntos clave. Si una persona en Berlín cree tener síntomas, necesita hablar a un teléfono, donde te hacen unas preguntas, después te dicen si vas al hospital o si alguien va a tu casa para hacerte la prueba, y te dan instrucciones de lo que tienes que hacer después - ya sea recuperarte en casa, o ir al hospital. Aún con este sistema no se dan abasto para atender a todas las personas. Nosotros, por lo pronto, estamos al tanto de lo que las autoridades digan. Lo que sigue es cerrar tiendas que no sean de primera necesidad, cerrar gimnasios, restaurantes, y prohibir la salida a las calles.
Dentro de todo este caos, he visto surgir un sentimiento de comunidad que nunca me imaginé ver. En varios grupos de Facebook hay gente que crea hangouts para hablar con otras personas y se quedan de ver a cierta hora para tener videollamadas y tener contacto social. Las personas que tienen vecinos de la tercera edad les dejan recados en sus puertas preguntándoles si necesitan que alguien vaya a hacerles las compras del súper, y así evitarles contagios. Los negocios de comida empiezan a ofrecer servicios a domicilio, y las mismas personas ayudan a hacer promoción. Mi marido y yo contamos con el privilegio de seguir recibiendo nuestro salario, pero todas las personas que son freelancer y que van a dejar de ganar dinero en esta crisis son quienes necesitan más apoyo. No sólo hoy, sino que también en los meses que vienen. En medio de la crisis es cuando nos damos cuenta de que sólo nos tenemos los unos a los otros, sobre todo cuando tenemos que enfrentarnos a un sistema que nos defrauda, que nos empuja a un lado, y que nos hace invisibles.
Por lo pronto yo sigo planeando mis siguientes días de encierro social. Quiero leer, escribir, armar un manuscrito, cocinar, gastar lo menos posible, limpiar profundamente mi casa, salir a correr, tomar fotografías y, si queda tiempo, tejer, aprender a meditar, planear algún viaje en verano, estudiar náhuatl, y domar esta fiera que me despierta con Cardi B, me lleva a revisar mi celular veinte veces al día, me murmura mis más grandes miedos al oído y me manda a escribir impulsivamente para que pueda así tener un break de todo este espectáculo llamado realidad.