Escritora.
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... no pasa nada.

I

Regreso a mi mente, a ese monólogo interno que a veces son palabras y a veces sólo son conceptos que se dibujan sin márgenes, para sentir que algo está pasando. Mis días son rutinas colgadas en la pared dolorosamente blanca que siempre está igual. El día de la semana solo me indica cuántas horas me quedan para trabajar, el número solo me dice qué tan cerca estoy de que me baje, el mes dejó de importar desde hace demasiado tiempo. La temporada me grita y el año me golpea. Las energías invertidas en arreglar mi casa me hacen pensar que estoy desarrollando un trastorno compulsivo-obsesivo. Esta necesidad de tener la cocina limpia se ha vuelto la fuente del pensamiento irracional que despliegan mis frustraciones. Mis plantas me dan esperanza, pero el espejo con el que sueño constantemente me ha eliminado por completo.

II

Sigo sin entender. O sea, obviamente sí lo entiendo, pero la incredulidad de la realidad me hace sospechar constantemente. Llevo 14 meses sin creer en mi única fuente de objetividad. Me cansé de darle sentido al movimiento inenarrable del cosmos. Me perdí en mis recuerdos a propósito, después de comprobar que me quedaba sin oportunidades de hacer que pasaran nuevas cosas. Confiaba demasiado en mi accesibilidad a lo nuevo, a lo diferente, a invocar lo que aún no ha pasado, a acechar las mentes que crean, a ver lo que jamás se me habría ocurrido, a sentir el placer que siente mi cerebro al crear conexiones nuevas, a escaparme de mí para aterrizar en cualquier lado, a dar por sentado que la vida era lo que yo creía. Las palabras no salen, mi espalda me reclama, y mis manos se consumen en jabón y teclas.

III

La luz aumenta a una velocidad de 4 minutos y 4 segundos al día. A estas alturas ya está cansada de la misma porquería de siempre, pero siente curiosidad del cambio ínfimo al cual no debería de prestarle atención, pero la curiosidad es más atractiva que la certeza. La adoración que recibía al llegar no ha sido demostrada con la misma intensidad. Parece que algo está pasando y no alcanza a entender bien dónde revisar. Ya ni si quiera recuerda el lenguaje que establecieron, pero eso le importa poco. Es probable que en el solsticio las criaturas vuelvan a la normalidad.

IV

El último vuelo que hice lo tomé el 9 de enero. Me propuse sólo hacer un viaje en avión al año, como si yo misma hubiera invocado la pandemia sólo para pretender tomar acciones que me hagan ver como una persona que es consciente del medio ambiente. A estas alturas me conformo con poder decidir si vuelo o no, pero la moral en curso – ese místico delirio de suplicar que algo más tome mis decisiones – me impide ponerme a mí como el centro de mis dictámenes. La playa me espera siempre, y yo la decepciono constantemente.

Elba Quintero